Miércoles 12 de marzo de 2008.
Hacer muñecas se me ocurrió cuando estaba estudiando en la Escuela Popular de Artes (EPA), cursaba tercer semestre y veía “Propuestas” (clase dirigida por la profesora Raquel Múnera). Aunque ya había tenido un acercamiento a esta materia la metodología que aplicaba la profesora fue una especie de detonante para que se me ocurriera trabajar la costura y unirla a mis intereses personales en torno al collage, la recolección y el coleccionismo.
La profesora decía que para la clase siempre lleváramos los materiales suficientes para dibujar, pintar, pegar, grapar, atar, clavar, cortar, etc. Que lleváramos lo que se nos cruzara en el camino al salir para la escuela (un pedazo de cabuya, una lata, una “zanahoria”…). Con estas herramientas y materiales a la mano comenzábamos a pensar en la implicación que tenían en nuestra vida y a intervenirlos de muchas maneras a partir de pensamientos, sentimientos e inquietudes. Generando todo un discurso donde materias, acciones y conceptos se unían en una búsqueda de uno como artista (persona) frente a su vida (espacio, tiempo…) y a su trabajo (propuesta plástica).
Comencé a inquietarme por los materiales de desecho de la cocina (cáscaras, huesos, semillas…) y a imaginarlos mutados, convertidos en algo nuevo que representara fragmentos de imaginación construida a partir de todo lo que he recogido a nivel visual, intelectual y manual en el transcurso de mi vida. Sumándole todo aquello que podía ir aprendiendo a partir de la curiosidad (investigación).
Ya tenía la idea para hacer muñecas, mas me quedaba la incertidumbre de que eso que quería hacer fuera aceptado por la comunidad académica. Sin embargo eran esas ansias de hacer, algo que ya tenía seguro, dándome vueltas en la cabeza y produciéndome mariposas en el estómago, que pensé que si no tenía una buena aceptación allí lo haría mientras iba depurando el trabajo para presentarlo como propuesta plástica.
Fue en una de esas clases cuando por casualidad llevé aguja, hilo y retazos de tela, más otros materiales como cáscaras de plátano secas, cantos de piedra y cabuya, que comencé a notar un fuerte interés por la costura y finalmente recordé que algún día, estando pequeño, mi mamá me enseñó a coser. Ella se sentaba en la cama a remendar la ropa rota, especialmente las medias y yo la observaba poniendo mucho interés en el tarro de las agujas donde podía observar una serie variada de cosas. Cosas de coser, entre ellas botones, brochecitos, hilos de colores, un paquetico de agujas de papel negro con un sellito rojo que tenía letra china y la clásica tijerita que se dobla y tiene cadena para usar como llavero (aun se consiguen y el tarro todavía se conserva en casa). Me enseñó a enhebrar la aguja y a hacer el nudo al hilo, a remendar pequeños descosidos y a pegar botones…
Este recuerdo me hizo reflexionar sobre el trabajo que estaba pronto a realizar, encontré la manera de incluirlo a la propuesta plástica, además porque haciendo un poco más de memoria me di cuenta que aquello fue lo único que mi mamá me enseñó directamente, en un acto conciente y con la intención de que me sirviera de algo para la vida.
Hacer muñecas se me ocurrió cuando estaba estudiando en la Escuela Popular de Artes (EPA), cursaba tercer semestre y veía “Propuestas” (clase dirigida por la profesora Raquel Múnera). Aunque ya había tenido un acercamiento a esta materia la metodología que aplicaba la profesora fue una especie de detonante para que se me ocurriera trabajar la costura y unirla a mis intereses personales en torno al collage, la recolección y el coleccionismo.
La profesora decía que para la clase siempre lleváramos los materiales suficientes para dibujar, pintar, pegar, grapar, atar, clavar, cortar, etc. Que lleváramos lo que se nos cruzara en el camino al salir para la escuela (un pedazo de cabuya, una lata, una “zanahoria”…). Con estas herramientas y materiales a la mano comenzábamos a pensar en la implicación que tenían en nuestra vida y a intervenirlos de muchas maneras a partir de pensamientos, sentimientos e inquietudes. Generando todo un discurso donde materias, acciones y conceptos se unían en una búsqueda de uno como artista (persona) frente a su vida (espacio, tiempo…) y a su trabajo (propuesta plástica).
Comencé a inquietarme por los materiales de desecho de la cocina (cáscaras, huesos, semillas…) y a imaginarlos mutados, convertidos en algo nuevo que representara fragmentos de imaginación construida a partir de todo lo que he recogido a nivel visual, intelectual y manual en el transcurso de mi vida. Sumándole todo aquello que podía ir aprendiendo a partir de la curiosidad (investigación).
Ya tenía la idea para hacer muñecas, mas me quedaba la incertidumbre de que eso que quería hacer fuera aceptado por la comunidad académica. Sin embargo eran esas ansias de hacer, algo que ya tenía seguro, dándome vueltas en la cabeza y produciéndome mariposas en el estómago, que pensé que si no tenía una buena aceptación allí lo haría mientras iba depurando el trabajo para presentarlo como propuesta plástica.
Fue en una de esas clases cuando por casualidad llevé aguja, hilo y retazos de tela, más otros materiales como cáscaras de plátano secas, cantos de piedra y cabuya, que comencé a notar un fuerte interés por la costura y finalmente recordé que algún día, estando pequeño, mi mamá me enseñó a coser. Ella se sentaba en la cama a remendar la ropa rota, especialmente las medias y yo la observaba poniendo mucho interés en el tarro de las agujas donde podía observar una serie variada de cosas. Cosas de coser, entre ellas botones, brochecitos, hilos de colores, un paquetico de agujas de papel negro con un sellito rojo que tenía letra china y la clásica tijerita que se dobla y tiene cadena para usar como llavero (aun se consiguen y el tarro todavía se conserva en casa). Me enseñó a enhebrar la aguja y a hacer el nudo al hilo, a remendar pequeños descosidos y a pegar botones…
Este recuerdo me hizo reflexionar sobre el trabajo que estaba pronto a realizar, encontré la manera de incluirlo a la propuesta plástica, además porque haciendo un poco más de memoria me di cuenta que aquello fue lo único que mi mamá me enseñó directamente, en un acto conciente y con la intención de que me sirviera de algo para la vida.
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