30 junio 2010

El montañero

25 de Junio de 2008

Edgar el “montañero” venía de un pueblo. Lo conocimos porque en el bar siempre invitaba a una ronda de polas, seguramente para que nosotros pagáramos luego las siguientes rondas, pero nunca lo logró. Se mantenía diciendo que el pipí de él era tan largo que se había hecho un tatuaje que en estado de reposo se leía: “Renopla”, y que cuando lo tenía parado decía: “Recuerdo de una noche de placer en Constantinopla”. Decía también que se había comido a la mitad de las mujeres del pueblo a punta de paja y que había desvirgado a la boba del barrio bajo, que desde ese día no paró de repartirlo a diestro y siniestro, poniendo a la mamá a criar nietos de todas formas y colores. Había uno mono, otro negro de ojos zarcos, otro pelirrojo y pecoso, unos gorditos, los otros flaquitos, hasta había uno que se parecía al cura del pueblo, pero como nada me consta dejo aquí, antes de que este cuento se me convierta en chisme. Luego les seguiré contando más historias del “montañero”.

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