18 de junio de 2008
Cuando murió don Gregorio, el señor de la tienda, lo velaron en la sala que queda al lado de la iglesia. A parte de su familia, asistieron muchas personas del sector porque el “cuchito” era muy apreciado en el barrio. Entre oraciones, tintos y guarito, iba transcurriendo el tiempo cuando entró al recinto un loco del sector, muy sucio y mal oliente, con su costal al hombro. Se acercó al féretro, talvez a rezar una oración, llamado por la curiosidad que le produce a la gente un hecho como este. Algunas personas que estaban allí se sintieron ofendidas por la presencia de aquel hombre y fueron a pedirle que se fuera. El loco sin problema se alejó, pero pasados unos 10 minutos volvió y de nuevo fue sacado de la sala. 15 minutos después, regresó como si no hubiera pasado nada y uno de los familiares de don Gregorio ya molesto le dijo en voz alta: “RESPETÁ HOMBRE, ANDÁTE QUE NO TE QUEREMOS VER MÁS POR AQUÍ”. El loco salió de nuevo, se dirigió a una de las ventanas por la cual desde la calle se podía ver hacia adentro y aferrado a la reja le gritó a todos los asistentes al velorio: “QUE HIJUEPUTAS TAN PICAOS CON ESA HILACHA 'E MUERTO”.
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