20 junio 2010

Talismanes

Testimonio de un hombre que cambió su vida

Mi nombre es Ludovico y tengo 37 años. A principios de este año pasé los peores momentos de mi vida. Había dejado mi trabajo en una empresa de escobas y trapeadoras para montar una empresa por mi cuenta. Yo no conocía el negocio y enseguida empezó a irme mal. Me peleé con mi socio, que además era mi mejor amigo, por una tapa de gaseosa que salió premiada. Las deudas aumentaban cada día y ya no sabía qué hacer. Los acreedores se volvían cada vez más exigentes y yo cada día más desmoralizado. Allí fue cuando empezaron los grandes problemas: me peleaba con mi familia, mis amigos me evitaban, se me llenó la casa de ratones, me sentía solo, derrotado y no me fiaban en la cantina.

Fueron meses tremendos. Una mañana al salir de mi casa mi madre me echó zancadilla, haciéndome caer para luego entregarme un sobre pequeño y me dijo: “Guárdalo contigo, no lo abras, llévalo, olvídate que lo tienes”. Y vaya si me olvidé. Tenía la mente enfrascada en mis problemas económicos. Ese día tenía una cita con un acreedor muy exigente. Temblaba de miedo cuando tuve que decirle que no tenía dinero (yo, no el acreedor).

Pero enseguida él me tranquilizó diciendo que esperaría un mes más, agregó que tenía el presentimiento de que me iba a ir muy bien. Y para que tuviera confianza me prestó quinientos mil pesos para salir adelante. ¡¿Quién creyera?!

Al llegar a mi tienda me estaba esperando un cliente. ¡Y que cliente! Era el dueño del hotel de mi ciudad y quería contratar conmigo todos los pedidos de palillos de dientes, cinta de enmascarar y confites de menta para la recepción. Entregándome un fuerte cheque como anticipo firmamos contrato. ¡¿Increíble no?!

Estaba yo tan contento que salí a caminar. En una esquina compré un billete de lotería. Era la primera vez que apostaba en mi vida, y la ultima porque no agarré ni una cifra. Al llegar a mi casa mi mujer no me trató de “desgraciao” sino que me dijo “mi cielo”, contándome que habían entrado unos gatos a la casa a comerse los ratones y que también se habían metido los ladrones y en vez de robar dejaron un televisor de veintiocho pulgadas.

Una mañana que salía de la casa sentí una traba en el pie derecho, por poco caigo rodando por las escaleras. Era mi madre con su manía de poner zancadilla. Ella me preguntó si “La Oración Vendita de la Divina Providencia” me había ayudado y en ese momento me acordé del sobrecito que me había dado, el que de verdad olvidé. También me acordé que estaba en el pantalón café, que había sido lavado varias veces. Efectivamente el sobrecito con “La Oración Vendita de la Divina Providencia” se deshizo en el bolsillo. Era demasiada casualidad que “La Oración Vendita de la Divina Providencia” no fuera la responsable de mi repentina suerte.

Más tarde mi madre dijo que seguramente el pantalón había quedado vendito debido a “La Oración Vendita de la Divina Providencia” famosa en todo el mundo por llevar salud, felicidad y dinero a los que lo necesitan. Desde entonces no me quito el pantalón a pesar de las manchas y los remiendos, la cremallera trabada, los bolsillos rotos y una bota más larga que la otra. Mi vida ha cambiado completamente. ¡Créanlo!

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