11 agosto 2010

Arte, tierra y el juego de las clasificaciones

23 de Mayo de 2007

“Acercarnos al trabajo de Alex Cuervo es permitirnos observar la relación cotidiana con los materiales y el rescate de la tierra misma habitada por lo común. Es un observador silencioso de lo sutil en la rudeza misma de la naturaleza, del hombre de la calle, de la muerte. Coleccionista de detalles, clasifica la curiosidad en asombros; contrarios que se mezclan sin violentarse, marcas que a veces tímidas anidan sus búsquedas”.
Viviana García.

La técnica que empleo parte de lo simple, me inquieta el tipo de observación que los antepasados utilizaban para relacionarse con el medio natural y los modos de operar para sobrevivir. Es un proceso latente que vivo desde lo cotidiano, en la búsqueda constante de la economía y la intencionalidad del material. Tiene que ver con el hombre común, rodeado de elementos factibles de convertirse en estéticos, “me place más la cabuya del tendero que la del gran supermercado”, lo sintético habla de una producción en serie, mientras lo otro de algo directo, vivencial y sentido.

Cuando niño jugar con tierra llagaba mis manos, de ahí la importancia en ellas y de la manipulación para crear en lo simple y lo pequeño, también el sentir la tierra cercana que a la vez abrió puertas a otros universos. El juego aparece como asombro de esos mundos; cuando trabajo establezco la inocencia de jugar como un acto de amor, lo uno y lo otro se entremezclan, lo “feo” que también es “bello”, lo “bello” que también es “feo”; subjetividad que conjuga las dos cosas poetizándolas.

“Aspiro a un arte que esté conectado directamente con nuestra vida corriente; un arte que arranque de esa vida corriente, que pertenezca a nuestra existencia real y sea la emanación inmediata de nuestros verdaderos humores”.
Jean Dubuffet.

El referente más cercano a la obra es Dubuffet, antes que plástico teórico; conocí sus escritos quedando enormemente sorprendido con sus reflexiones hacía la materia, lo cotidiano en lo popular y ese interés suyo por los “valores salvajes”. Después vendría la obra, por la que siento gran admiración, rescato su buen sentido del humor y su depurada técnica. Influenciado por ésta descubro orificios, descascarados, esgrafiados, raspados, aglutinados, craquelados... que, habitados en el tiempo devienen espacios húmedos y derruidos induciendo a estados de ánimo, que influyen en la concepción de imagen imperfecta -evolución incorrecta pero deliciosa-.

Armonizar el espacio y las formas en el gusto por lo natural
El círculo participa en rituales indígenas, no es lineal, atiende al recorrido continuo, se intervienen con él los espacios para acentuar el tono de las formas naturales y miméticas. Son constantes la cabuya, la tierra y la madera, se busca la relación entre lo brusco del material y lo sutil de las formas.

Los afectos participan como formas e inquietudes constantes: bidimensionalmente se recrean imágenes de animales como cromos coleccionables, frustración de la infancia por no pertenecer a una tradición libresca. A la parte tridimensional se suman, de igual forma como inquietudes reiteradas, elementos vegetales que semejan bichos de configuración extraña y fósiles en bloques de tierra, construidos con objetos encontrados; creaciones ficticias mostradas en forma museística, exhibidas en frascos de vidrio y repisas para entrar en juego con el espectador. El interés es siempre, “dejar algo en la memoria”.

La forma del trabajo, surge del primitivo encanto por clasificar: forma humana de estética elemental, basada en la acumulación de elementos con una característica común pero con diferencias marcadas. Clasificar es una necesidad, lectura del arte como fundamento de ordenar el mundo; cuando trabajas se plasman los afectos y seleccionas, coleccionas, las cosas van ahí, miedos y afectos, el gusto por lo sutil y a la vez el equilibrio. Existe un interés por la historia, es placentero conocer el pasado y la forma cómo los objetos se relacionan con el medio, pero es más placentero inventar esa historia, fantasear con los objetos, armarlos, renombrarlos, envejecerlos para que posean aspecto arcaico, incompletos para que parezca que esas piezas que faltan, se hayan perdidas en el tiempo.

El artista debe ser un excelente clasificador para formalizar su trabajo de forma puntual. Es desconfiar de lo aprendido y ponerse en la tarea del hombre medieval de conocer su entorno por sí mismo para enriquecer la obra, que es su vida.

“El poder del hombre no lo ha hecho dueño del secreto del olvido. El artista continua siendo un cautivo de su historia personal, de su presente, de su cultura y su obra, siguiendo su propio camino, que lo destina a la ausencia o a la permanencia en la memoria de los hombres”.
Michel Romiex.

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