09 julio 2010

El corrido de Lucio Vásquez

Basado en la canción de Antonio Aguilar.

Esta historia comienza como las clásicas películas japonesas, con un majestuoso paisaje de montañas negras, cielo anaranjado, nubes espesas y un grupo de aves pasando en un apacible vuelo, para luego narrar un suceso de carácter violento. Pero no con música hecha con instrumentos de bambú sino con ranchera de fondo.

A sus escasos 35 años Lucio no tenía otra profesión más que la de voceador, trabajaba disfrazado de payaso anunciando el menú del día afuera de un restaurante en el centro de la ciudad; de esos que venden un puñado de frijoles mal escogidos, arroz mazatudo, la carne delgadita como tela y ensalada de repollo con el limón agrio en un plato despicado, acompañado de jugo de guayaba vinagrosa o de tomate de árbol, por solo tres mil “pesitos”.

Los días que le iba mal, porque su sueldo estaba condicionado por la cantidad de personas que fueran a comer al restaurante, los compensaba trabajando en los buses de transporte urbano, para poder llevar “alguito pa’ la casa” donde vivía aun con sus padres. Hablaba con voz chillona y carrasposa que la gente pensaba era fingida por su rol de payaso, pero no, esa era su voz natural. Después de una tanda de pésimos chistes que muy pocos disfrutaban remataba su show de miseria sacando dos destornilladores que hacia sonar en el pasamanos del bus para comprobar su rigidez, argumentaba que lo que iba a hacer era bueno para combatir la congestión nasal y que no era apto para enfermos del corazón, se introducía los destornilladores por la nariz y luego comenzaba a sacar y meter uno y otro como si estuviera bombeando. Algunos pasajeros del bus se quedaban pasmados, otros se querían bajar o tirarse por la ventana, los demás simplemente no le hacían caso.

La noche del terrible suceso, llegó más tarde de lo acostumbrado porque no le fue muy bien, su mamá lo recibió con un platado de arroz caliente y huevo revuelto porque sabía que el muchacho, como de costumbre, llegaba con una “gurbia” atroz. Eran las diez de la noche y no iba aun por la mitad del plato cuando escuchó el ruido de unas motos acercarse a la casa y luego vio aparecer al “bozo e rata” y al “care muñeca” que lo invitaban a un baile. Que “mera chimba de parche mono”, que buena música y “chorro mi niño”, que allá estaba la Margy Zulay con ganas de “velo”. Y por eso fue que se animó a ir, a pesar de que su mamá le decía que no fuera que tenía un “palpito muy maluco” y el papá también le dijo que no fuera por allá, que esa mujer lo iba a llevar a la perdición, pero Lucio hizo caso omiso a las recomendaciones de sus padres, ni siquiera se despintó la cara, lo único que hizo fue cambiarse los zapatos porque los de payaso son muy incómodos para bailar, se montó en la moto con “care muñeca” rumbo al baile que era en un bar llamado “Sierra Mojada” abajo en la principal.

Cuando llegaron al “parche” allí estaba “jeta e mula”, que también le decían “dientes de morder a cristo”, con un “combo de faltones” todos mal encarados, con ganas de “joder la vida” y poner problema. Lucio le “echó mano de una” a la Margy y se pusieron a bailar Carruseles del grupo Miramar. No paraban de charlar y bailar, bailaron Rebelión de Joe Arroyo, Que nunca me falte del Combo de las Estrellas y hasta el baile del perrito, cuando se acercó “jeta e mula” y le pidió a la Margy bailar la próxima pieza, Lucio le dijo con esa voz chillona “no amigo la nena está acompañada”, el otro no hizo buena cara, le dijo “todo bien cucho” y se retiró, pero todos sabemos que “todo bien” es “todo mal” y la cosa no iba a parar allí.

Desde el fondo del bar “jeta e mula” le mataba el ojo a la muchacha y los otros gañanes le hacían caritas de burla a Lucio y le decían payaso en voz baja. Después de mucho bailoteo el calor arreciaba cada vez más y al protagonista de nuestra historia ya se le empezaba a escurrir la pintura de la cara, decidió invitar a su “polla” a una gaseosa, se acercaron a la barra del bar, pidieron naranjada y fue en ese momento que los mal encarados aprovecharon para llamar a Lucio, el muchacho con poca malicia se acercó, le ofrecieron un trago el cual no lo aceptó y de inmediato empezaron a decirle que “que man tan picao” que con esa “fufurufa” que andaba, se ofrecieron golpes y salieron a la calle a pelear. Le dieron tres puñaladas de la espalda al corazón y como si fuera poco le echaron tierra en la boca y así lo vieron morir. Lo mataron a traición.

Margy Zulay gritaba como loca “por qué, por qué” arrodillada frente al cadáver de Lucio Vásquez que yacía allí inerte en un charco de sangre, mirando hacia el cielo con la mitad de la cara despintada, el pimpón en la nariz y la boca llena de tierra como para sembrar begonias en ella. Sus padres quedaron desconsolados.

Así termina la narración de la trágica muerte de Lucio Vásquez que murió por una joven que amaba, con el mismo majestuoso paisaje del principio, montañas negras, cielo anaranjado, nubes espesas, un grupo de aves pasando en un apacible vuelo y con ranchera de fondo.

23 de mayo de 2007

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